lunes, 22 de diciembre de 2008
Dos experiencias en educación y a favor de la igualdad reivindican a la mujer en la India
ANA Andrés
COOPERANTE DE SONRISAS DE BOMBAY
¿Qué decir de las mujeres indias? Desde mi llegada las he observado, he hablado con ellas y las he visto actuar. Si hubiera que definirlas diría que son unas todoterreno, en el sentido positivo de la palabra. Y eso que apenas hay mujeres solas en lugares públicos, que en la mayoría de las tiendas hay dependientes y no dependientas y que no atienden en los restaurantes.
En las clases media y baja indias, las mujeres sostienen toda la carga familiar. Normalmente, realizan las tareas más duras: acarrean piedras para construir carreteras, recogen la cosecha durante horas bajo el sol, transportan sobre sus cabezas mercancía para vender en los mercados y suelen ser víctimas de prácticas laborales discriminatorias y explotadoras. Y, a pesar de que cuidan y educan a los hijos y realizan las tareas domésticas, no tienen voz ni voto en el hogar. Una misión que se suma a la asignada nada más casarse, tener hijos, de gran responsabilidad por el estigma social que supone no ser fértiles.
En las grandes ciudades, como Bombay, con un mayor peso de la clase media, las mujeres lo tienen mucho más fácil: acceden a la educación y a trabajos mejor remunerados, y si bien una vez casadas siguen bajo la presión familiar, las condiciones son mucho menos radicales y desfavorables que para las mujeres de familias pobres.
Y en las clases altas, el cambio ya es abismal. Conocen sus derechos y saben muy bien cómo utilizarlos. En definitiva, una realidad muy compleja, a pesar de la igualdad que consagran la Constitución, las leyes y las políticas gubernamentales.
En honor a todas estas mujeres indias que luchan por cambiar su papel en la sociedad, en septiembre fui testigo en el barrio de Dahisar (norte de Bombay) de uno de los momentos más esperados por Sonrisas de Bombay: la foto de familia de las 200 profesoras y ayudantes del proyecto de 100 baluadis (guarderías y parvularios) en varios slums (zonas de chabolas) de la ciudad, que da educación a más de 3.000 niños.
El hecho de que haya mayoría femenina en los nuevos proyectos de la entidad no es casualidad. Sonrisas de Bombay cree firmemente en el papel de la mujer y su enorme importancia en el desarrollo educativo y laboral de las zonas más pobres y deprimidas del país. Otro caso es el de la alianza entre Sonrisas de Bombay y la contraparte local Streehitakarini, integrada por doctoras y asistentas sociales. Sus componentes son mis todoterreno preferidas. Ellas me han enseñado que todo es posible. Tienen entre 50 y 65 años, son indias y luchan cada día por los derechos de las mujeres de los slums de la zona de Dadar. Las enseñan a tratar a sus maridos, las forman en temas sexuales y están ahí para aconsejar a estas mujeres sin apenas educación y siempre que lo necesiten.
Shanta, una de las trabajadoras de Streehitakarini, me comentó un día: "Al principio, cuando hacíamos las reuniones muchas mujeres no querían venir, desconfiaban de nosotras, pensaban que sus maridos se acabarían enterando de lo que se hablaba en ellas y las castigarían. Ahora muchas veces ponen excusas y mienten a sus maridos para poder asistir a las charlas. Cada vez se sienten más capaces y con fuerza de dar un paso adelante. Se valoran más a sí mismas".
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