lunes, 16 de noviembre de 2009

Los padres de homosexuales piden 'educar' a los profesores

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA
Algo no funciona cuando, a pesar de las leyes pioneras y de los mensajes de normalidad que tratan de transmitir las series de televisión, aún hay encuestas que dicen que uno de cada cuatro escolares cree que la homosexualidad es una enfermedad. Y que un tercio de los alumnos de Primaria y Secundaria no ve incorrecto tratar despectivamente a un compañero porque su orientación sexual es distinta a la de la mayoría. «La homofobia persiste y ha de empezar a combatirse en la infancia. Por eso, nos preguntamos qué está haciendo la escuela para erradicar la discriminación», cuestiona Carme Rabadà, presidenta de la Associació de Mares i Pares de Gais i Lesbianes (AMPGIL). La clave, dice, la tienen los profesores.
La entidad, que ayer celebró su 15° aniversario, quiere que la vuelta al cole deje de ser una pesadilla para sus hijos. Víctimas de acoso escolar –el también llamado bullying–, los gais y las lesbianas adolescentes, sobre todo los que todavía no han hecho pública su orientación, se encuentran desamparados. Lo peor, aseguran los chicos, es la soledad, «no poder hablarlo con nadie». Algunos –muy pocos– encuentran apoyo en amigos, pero en raras ocasiones cuentan con la comprensión o la complicidad del profesorado.

FORMACIÓN CONTINUADA / «El plan interdepartamental para la no discriminación dice que el hecho homosexual y el transexual se deben incorporar en la formación continuada del personal docente, pero la realidad demuestra que eso no es aún así», lamenta Rabadà. El mismo plan, aprobado por la Generalitat en el 2006, establece que los colegios catalanes –públicos, privados o concertados– han de prever en sus currículums de ciencias sociales «instrumentos para incluir el hecho homosexual». Las bibliotecas escolares, recoge la normativa, han de contar también con un fondo documental sobre homosexualidad.
El colectivo de gais y lesbianas es, quizá, uno de los pocos en España en que el ordenamiento jurídico va por delante de los cambios sociales, observa Albert Arcarons, esposo de la presidenta y miembro activo de la AMPGIL. Una de las preocupaciones de los padres de jóvenes víctimas de homofobia –«prima hermana de la violencia machista», dice Arcarons– es el riesgo de depresión a que se ven abocados los chicos.
La única manera de terminar con el bullying, explican quienes han pasado por ello, es haciendo que lo distinto se vea como normal. «La solución pasa por informar y, a partir de allí, por fomentar el respeto y la tolerancia», afirma Cati Pastor, madre de Àlex, un joven de 19 años «que ha vivido muchos sufrimientos», asegura la mujer. Cati está convencida de que el papel de los profesores es fundamental en esta labor.

EL PSICÓLOGO DEL COLEGIO / Óscar de 23 años, hizo pública su condición de homosexual cuando aún cursaba la ESO en Badalona (Barcelonès). «La profesora no se complicó la vida: me envió directamente al psicólogo del colegio, en horario de clase». «Cuando el hombre me preguntó qué me pasaba, yo respondí sencillamente que a mí no me ocurría nada, que tal vez el problema lo tuvieran los demás», relata el joven.
«El problema de fondo es que la sexualidad sigue estando fuera de las aulas», denuncia Josep García, socio también de la AMPGIL. En su opinión, «aún hay demasiada gente que se escandaliza con iniciativas como la que recientemente ha tenido la Junta de Extremadura, que ha creado talleres de sexualidad en que, entre otras cosas, se explica a los jóvenes cómo masturbarse». Mientras no se superen estas situaciones, afirma García, «será difícil combatir la intolerancia».

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